domingo, 5 de junio de 2016

ANNAPURNAS, NEPAL - katmandú (24 y 25 de Mayo, 13 y 14 de Junio de 2014)

Katmandú, capital de Nepal y lugar de llegada y partida de mi viaje en busca de los Himalayas.
Una ciudad mítica que me trae recuerdos románticos de lecturas e historias de viajeros en busca de un paraíso de "paz y amor" en libertad. Bueno, guardemos el mito en mi corazón, debo suponer que cuatro días de escala no me han permitido sentir la leyenda.

Situada en el valle de su mismo nombre, intenta equilibrar sus infraestructuras y urbanismo con el crecimiento de la población, aunque sin mucho éxito.



Después de descansar del viaje, al día siguiente visito la colina del Oeste, donde hay unos templos budistas e hinduístas, Swayambhunath. Las dos religiones mayoritarias conviven en perfecta armonía, compartiendo espacios y celebraciones.


La ciudad a los pies de la colina.




El descanso en la colina.

Nos mezclamos monjes, peregrinos, paseantes, turistas, monos, palomas,...¡Ah! y budas y dioses.









Pasillo de uno de los templos. Paz interior.

Libros budistas

Servicio de limpieza.




Monje en su soledad, rodeado de gente.


La stupa central con los ojos del Buda.
Es uno de los principales lugares de peregrinación budista.

Ofrendas en la imagen.

No sé a quién le gustan más las ofrendas, si al que las recibe o al que las lame.
También se conoce el lugar como el templo de los monos.

A la búsqueda de la rica ofrenda.

Bajada por la escalinata.


Socializando.
La madre abraza a la cría, la otra mona rasca a la madre y el macho..........no sé que hace con la mona.

Tres

Dos


Uno
Se acabó la visita.

Durante los dos días y pico que estuve en Katmandú me dediqué a patear parte de la ciudad vieja cercana al hotel.

El barrio de Thamel es el clásico lugar preferido por mochileros y hippies desde los años 60. Y por todo el negocio que conlleva.

La ciudad está llena de templos y altares.

Francamente, me gusta el estilo a pesar de verse bastante abandono y decadencia.
Se aprecia un pasado de esplendor.


Parecen vivir en un caos organizado y dinámico.



Resulta fascinante la vida de la ciudad.



Fuente cerca del hotel.
Después de perderme y dar unas cuantas vueltas por calles y callejones, regreso al hotel a cenar y descansar.

Desde mi ventana, arriba la luna llena y abajo el Black Olives, un agradable clásico con música en vivo donde he cenado en las noches de Katmandú.

Mi último día en Nepal, voy a ver la plaza Durbar, donde estaba el palacio real y otros centros de poder, amén de multitud de templos.









Rickshaw o ciclotaxis.











Un año más tarde el terremoto dejaría en ruinas buena parte de la ciudad. Algunas de estas construcciones se convertirían en un montón de escombros.
Buscamos lo eterno y nos topamos con lo efímero, empezando por las vidas. Me duele pensar que, quizá, alguna de las personas que vemos en estas fotos ya no están.
  
Saliendo de la plaza.

Por cualquier sitio que te asomes hay templos.


Bueno, esto primero parece un kiosko.

Por la tarde me acerco al Jardín de los Sueños, un remanso de tranquilidad de los años veinte.





Y a la noche regreso a dormir. Mañana vuelvo a España vía Estambul y aprovecharé la escala para ver a mi hija Alba que está estudiando allí.

Se acaba otra historia, otro viaje para cumplir sueños.
La realidad suele tener un sabor distinto al de los sueños, no digo peor ni mejor, distinto. El niño y el adolescente imaginan mundos, el adulto atisba a conocer el mundo, a integrarse en él.

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